Océano plástico expresa mediante la imagen y la palabra, la denuncia de la contaminación de los mares, sirviéndose para ello de un magnífico intento de convertir la suciedad y el residuo en objeto de recreación artística.
En las imágenes de Carlos de Paz hay una evidente intencionalidad crítica frente a la contaminación del litoral y hay también un interés por explorar de manera artística las consecuencias de esa contaminación.
Copia Giclée tamaño 13x18cm
Impresa sobre papel Ilford Galerie Smooth Pearl de 310 g/m2
Carlos de Paz es un asiduo practicante de la natación en aguas abiertas, que suele combinar con la actividad fotográfica. En esta ocasión su mirada anfibia aparca por un momento la opción figurativa y parece adentrarse por el sendero de la abstracción y el informalismo. No es la primera vez que lo hace, y ahí están series como «Foto-Grafías» o ciertas piezas de «Cuerpos de Luz» para atestiguarlo.
En Océano plástico acerca su cámara a los restos que flotan entre las olas o que se mueven sumergidos en el lecho marino como pecios inconstantes, vestigios inmundos que nunca debieron acabar allí. Pero ante los ojos del fotógrafo, e incluso ante los nuestros, se convierten en materia de composición —y de reflexión— fotográfica. El plástico, el papel, las latas de metal, las botellas vacías y otro tipo de desechos ya se emplearon como utillaje artístico en el trash art, un movimiento nacido en la segunda mitad del siglo XX que trataba de aprovechar los desperdicios urbanos con una clara voluntad transgresora y de insurrección contra el empleo de materiales nobles, mostrando cómo el arte puede también surgir mediante el uso de despojos. La mayoría de los artistas trash descontextualizaban esos desechos sacándolos del lugar donde fueron arrojados para crear con ellos una obra nueva.
Carlos de Paz fotografía lo que se encuentra cuando está nadando, pero a veces interviene sobre esos detritus cuando sale del agua; los muestra entonces sobre un fondo rojo y arma así una especie de bodegones que añaden al componente de denuncia otro de implicación personal con la ecología marina. Fotografiar los restos que se vierten en las costas, acercar el objetivo a la basura y buscar el ángulo adecuado para tratar de mostrar sus posibilidades estéticas tiene además una serie de complicaciones técnicas. Los objetos y el mar se mueven, no permanecen estáticos, y al fotógrafo le ocurre lo mismo. Ese vaivén de las aguas y los cuerpos acaba creando una especie de simbiosis con el medio que coadyuva a que sus imágenes adquieran una cierta expresividad informalista que no excluye el trampantojo: de repente vemos una botella sumergida que parece una nave espacial en las cercanías de la atmósfera terrestre, una mascarilla que semeja la proa de un buque, o un residuo plástico que finge el aspecto de una medusa o de un coral. El contraste entre el efecto estético y la realidad degradada se hace así más patente.
Como decía una canción que hablaba de estas cosas, los autores de este libro tienen dividida la tarea: Carlos de Paz con la cámara y Fernando Beltrán con la palabra —suya es también la delicada suite poética que acompaña a las fotografías— nos alertan del maltrato hacia el medio natural y, de otra parte, tratan de extraer belleza fotográfica y literaria de lo que ha sido ensuciado. Sería de desear que la palabra «plástico» del título funcionase de una vez y para siempre como un adjetivo que calificara tan solo las bondades sensitivas que nos procura el mar.
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Carlos de Paz (Madrid, 1953) es una referencia de la fotografía humanista en España cuyo recorrido, desde los años setenta del siglo XX hasta la actualidad, nos ofrece una mirada donde la historia reciente queda reflejada, retratando en cada foto momentos reconocibles y presentes en el imaginario colectivo de nuestro país.
Su carácter ecléctico también le ha llevado a investigar sobre los límites del propio medio fotográfico con trabajos como Cuerpos de luz (1985-1990), Piezas, ¿retrato de un mundo feliz? (2004), Foto-grafías (2008) y Desfragmentaciones (2005-2008). A lo largo de su dilatada trayectoria profesional ha realizado numerosas exposiciones individuales y publicado en diferentes medios y formatos, destacando los libros La danza (1984), Las caras de la piedra (2007), Agenda del milenio del Reino de Almería (2014), Vidas encontradas (2016) y Todo va bien (2019).
Fernando Beltrán (Oviedo, 1956) En 1982, obtuvo con Aquelarre en Madrid el accésit del Premio Adonáis. Considerado por la crítica un texto de culto por su fuerte personalidad expresiva, el poemario plasma un viaje fundacional del autor por la ciudad de Madrid, deambulando por sus calles como un «flâneur», a lo largo de once días y noches de noviembre del año 1980, y ha sido reeditado en numerosas ocasiones. A lo largo de los años, ha publicado más de veinte poemarios, entre los que destacan El Gallo de Bagdad, Amor Ciego, La Semana Fantástica, El Corazón renace, Sólo el que ama está sólo y Hotel Vivir, y otras obras de creación entre las que cabe mencionar sus colaboraciones con el artista plástico mallorquín Pep Carrió, así como su labor como traductor de Robert L. Stevenson y del poeta y músico canadiense Leonard Cohen, en cuyos poemas y letras está basado el espectáculo ‘Travelling Blind’ (Viajar a Ciegas) interpretado por el propio Fernando Beltrán y el poeta escocés Niall Binns.