Digamos que fue ayer es un poemario como un puñetazo que, sin embargo, acaricia. Mario Vega construye en estas páginas una comanchería poética, un territorio compartido entre camaradas, desde la que lanza versos cargados de ironía, claridad y una ternura que duele. En un mundo donde la poesía a veces se esconde tras artificios o solemnidades, Vega apuesta por una voz directa, cercana, lúcida, que no se disfraza ni se esconde.
“Esto no es un poema / sino un grito rebelde”, escribe el autor en su poema “Comanchería”, y esa frase podría servir como manifiesto de todo el libro. Porque aquí la poesía no es solo belleza o forma: es testimonio, es combate, es un intento desesperado por encontrar sentido, memoria y verdad. La figura del poeta no es elevada ni distante, sino humana, demasiado humana. Un “mindundi” más, que pelea con el folio en blanco para dejar constancia de quién fue, qué sintió, cómo vivió.
Este es un libro que te habla de tú a tú, lector. Te interpela, te necesita, te incluye. Porque Digamos que fue ayer no es solo el retrato de un autor, sino también el espejo de una generación que camina herida pero con los ojos bien abiertos. Camaradas comanches en la poesía y en la vida.
